El abogado de Medina Cuadros, Miguel Ángel Morillas, fue consultado por el diario digital online, Información Sensible, sobre cuestiones penales, a raíz del atentado ocurrido en el maratón de Boston en el que perdieron la vida tres personas y hubo 176 heridos.
Una olla a presión con clavos dentro. Suficiente para sembrar el caos en una ciudad, como en la tragedia de Boston, en la que dos bombas de este tipo causaron la muerte de tres personas y centenares de heridos al final de la maratón de la ciudad estadounidense. Internet está plagada de manuales en los que se detallan cómo fabricar este y otros artefactos caseros, a los que cualquiera puede tener acceso. La información está al alcance de un simple clic y la elaboración y difusión de este tipo de contenidos está impune dentro del Código Penal.
Cócteles molotov, bombas con bombonas de butano, a partir de ollas a presión como las de Boston, napalm, dinamita, bombas con pelotas de tenis… La red puede ser una fuente de acceso muy útil para alguien que quiera fabricar cualquier tipo de explosivo. Desde los más rudimentarios, hasta los más complejos y todo sin moverse de casa. Incluso en muchas páginas web explican qué sustancias son necesarias y dónde se pueden conseguir. Una visita al supermercado y a la farmacia, previo paso por la ferretería, es suficiente para obtener los materiales necesarios para crear un explosivo con una olla.
Pero, ¿hay un control de este tipo de contenidos? “Seguramente las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado controlarán la difusión de este tipo de manuales. Pero no porque sea una actividad delictiva en sí misma, sino para vigilar el uso que puedan hacer de ellos otras personas”, apunta Miguel Ángel Morillas, abogado del departamento de Derecho Penal de Medina Cuadros.
“Sin embargo, nada establece de la ilicitud en la confección de manuales de fabricación de explosivos y bombas, por lo que debemos entender que, únicamente la tenencia o confección de libros o manuales que expliquen cómo realizar aparatos explosivos es impune”, argumenta el jurista. “En ningún caso se puede extender la responsabilidad penal de las acciones de un supuesto terrorista a la persona que escribió el libro en el que se basó para fabricar un explosivo. Siempre y cuando no se acredite otra relación o colaboración”, puntualiza Morillas.
En el caso de las bombas de Boston, los autores llenaron ollas a presión, marca Fagor, de clavos y perdigones a modo de metralla. “Si una persona tiene elementos susceptibles de ser utilizados para la fabricación de un artefacto explosivo, y también se le incauta un manual de cómo hacerlo, difícilmente podrá justificar que tiene materiales peligrosos con fines distintos a la elaboración de un instrumento explosivo”, alega Morillas. Otra cosa es que cualquiera pueda guardar en su ordenador un manual o un libro sobre cómo fabricar una bomba, e incluso disponer en su casa de sustancias del uso diario con las que se pueden crear una bomba que atente contra la seguridad pública. “Alguien puede tener en casa, un kilo de azufre, una caja de petardos, tornillos y una olla. Esto no integraría el tipo delictivo, al ser todos los elementos genéricos y de fácil acceso. Sería necesaria la existencia de otros compuestos susceptibles como la pólvora, pentrita o detonadores, para determinar la existencia del delito expuesto”, explica el experto en Derecho Penal.
Con sal, cera fundida, vaselina y gasolina se puede crear un explosivo plástico de gran potencia. En este sentido debe hacerse una interpretación restrictiva de la ley, excluyendo a aquellas personas que no supongan un peligro para el resto de la sociedad. “La tenencia de sustancias que posean una especial potencialidad lesiva, debe producirse en condiciones y circunstancias que la convierta en especialmente peligrosas para la seguridad ciudadana, quedando excluida la intervención del Derecho Penal cuando no concurra realmente ese peligro”, razona Morillas.
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